La importancia del sonido

Una de las variables que inciden en la calidad de la interpretación, y sobre la que el intérprete poco puede hacer, es el sonido. Los modelos de los Esfuerzos de Daniel Gile explican, entre otros aspectos, las dificultades que comporta la interpretación.

Para D. Gile, los esfuerzos de escucha y análisis son los que engloban todas aquellas operaciones mentales que nos llevan a la comprensión, desde la identificación de las ondas de sonido del discurso por parte de los órganos auditivos del intérprete, pasando por la identificación de las palabras como tales, hasta el momento en que el intérprete les atribuye un sentido o renuncia a hacerlo.

Si, por culpa de la mala calidad del sonido, el intérprete deja de oír parte del discurso, difícilmente conseguirá darle sentido. No cabe duda, entonces, de que una buena calidad de sonido en cabina y en la sala es esencial para la labor del intérprete. De hecho, las deficiencias en el sonido pueden llegar a producir más cansancio de lo normal y muchas veces son una fuente adicional de estrés y distracción. La calidad del sonido depende de muchos factores, desde el equipo (que garantice todo el rango de sonido: 125-12,500 Hz) hasta los auriculares (livianos y de óptima calidad), la acústica de la sala, los altavoces en la sala, la buena regulación del volumen y la calidad de la voz del propio ponente (¿cuántas veces no habremos dicho que a tal o tal ponente no le “pasa” bien la voz por el micrófono?).

Existen varias empresas en el mercado que fabrican equipos de sonido específicos para conferencias, Bosch, Williams Sound y Listen, entre otras.

Bosch, por poner un ejemplo, distribuye sistemas de conferencias Inalámbricos, sistemas para debate, equipos de participación, pupitres de intérprete, micrófonos, equipos de control central, auriculares, accesorios varios, sistemas digitales de distribución de idiomas por infrarrojos, etc.

Pero , ¿qué es el sonido?

El sonido audible por el hombre consiste en ondas sonoras consistentes en oscilaciones de la presión del aire, que son convertidas en ondas mecánicas en el oído humano y percibidas por el cerebro. La propagación del sonido es similar en los fluidos, donde el sonido toma la forma de fluctuaciones de presión. En los cuerpos sólidos la propagación del sonido involucra variaciones del estado tensional del medio. La propagación del sonido involucra transporte de energía sin transporte de materia, en forma de ondas mecánicas que se propagan a través de la materia sólida, líquida o gaseosa. Como las vibraciones se producen en la misma dirección en la que se propaga el sonido, se trata de una onda longitudinal. La voz humana se produce por la vibración de las cuerdas vocales, lo cual genera una onda sonora que es combinación de varias frecuencias y sus correspondientes armónicos.

La cavidad buco-nasal sirve para crear ondas cuasiestacionarias por lo que ciertas frecuencias denominadas formantes. Cada segmento de sonido del habla viene caracterizado por un cierto espectro de frecuencias o distribución de la energía sonora en las diferentes frecuencias. El oído humano es capaz de identificar diferentes formantes de dicho sonido y percibir cada sonido con formantes diferentes como cualitativamente diferentes, eso es lo que permite por ejemplo distinguir dos vocales. Típicamente el primer formante, el de frecuencia más baja está relacionada con la abertura de la vocal que en última instancia está relacionada con la frecuencia de las ondas estacionarias que vibran verticalmente en la cavidad. El segundo formante está relacionado con la vibración el la dirección horizontal y está relacionado con si la vocal es anterior, central o posterior.

La voz masculina tiene un tono fundamental de entre 100 y 200 Hz, mientras que la voz femenina es más aguda, típicamente está entre 150 y 300 Hz. Las voces infantiles son aún más agudas. Sin el filtrado por resonancia que produce la cabidad buconasal nuestras emisiones sonoras no tendrían la claridad necesaria para ser audibles. Ese proceso de filtrado es precisamente lo que permite generar los diversos formantes de cada unidad segmental del habla.

¡Ahí queda eso!

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